Durante nuestra circumnavegación de las Spitsberg, a 80º de latitud norte, la última tierra septentrional habitada antes del Polo Norte, tuvimos la fortuna de poder observar a varias familias de osos polares. Estos animales, auténticos mamíferos marinos que habitan en la banquisa (el mar helado) y cuyo principal recurso alimenticio son las focas, son auténticos especialistas en sobrevivir en condiciones extremas. En ocasiones, y como buenos oportunistas, complementan su dieta con los pollos que caen de las colonias de Áraos y otras especies de aves marinas, e incluso pudimos observar a un ejemplar alimentándose de hierba en la base de un acantilado. Las madres, estrictas en la educación de los oseznos, les inician en las artes de la caza de focas. Suelen tener camadas de dos cachorros que siguen, obedientes, a su madre durante unos dos años, hasta que se independizan. Los cambios climatológicos y la contaminación, son las principales amenazas a estas hermosísimas criaturas: la superficie de la banquisa retrocede año tras año, y en los tejidos grasos de los osos se han hallado preocupantes niveles de contaminantes orgánicos. Su futuro es una medida de la salud del planeta. Seamos responsables en el manejo del entorno...
Las morsas, antiguamente perseguidas por su grasa y marfil, en la actualidad parecen experimentar un lento aumento demográfico. Esperemos que ambas especies se conserven para ser admiradas por futuras generaciones de naturalistas.
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