UNA CUESTIÓN DE CLASE
"Los pedagogos españoles han despojado a varias generaciones de las herramientas intelectuales para comprender el mundo"
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
Los miembros de la bien llamada secta pedagógica, muy bien incrustados en el sistema político español, han arruinado, además de la escuela, la parte del lenguaje que tiene que ver con la enseñanza. Como es propio de los estafadores de las pseudociencias, han urdido una jerga opaca que oculta su perfecto vacío detrás de un simulacro de especialización técnica. De modo que para hablar de educación, para debatir con algo de racionalidad y provecho sobre la enseñanza y el saber, lo primero que hace falta es una operación radical de limpieza: negarnos a usar cualquier palabra o expresión que hayan sido inventadas o manejadas por ellos; llamar al pan pan, al vino vino, eludir acrónimos y siglas, porque de otro modo el lenguaje seguirá cautivo de la niebla mental en que lo han sumido los llamados pedagogos o expertos en pedagogía, cuyo mayor éxito en los últimos treinta años ha sido despojar a varias generaciones de las herramientas intelectuales para comprender racionalmente el mundo y para ejercer con soberanía y responsabilidad la ciudadanía. Políticos y pedagogos han alcanzado altos puestos –en algunos casos altísimos– no sólo a pesar de su profunda ignorancia, sino precisamente gracias a ella. Es comprensible que tanto los unos como los otros desconfíen como de la peste de las personas con conocimientos verdaderos que en cualquier momento pueden desenmascararlos. A tal fin, nada les conviene más que extender al común de la sociedad el estado de penuria mental en el que ellos viven. En el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Cuanta menos gente pueda señalar los disparates que declaman el pedagogo o el político menos peligro habrá de que su falta de formación, su frivolidad o su estupidez salgan a la luz.
Uno de los campos más fértiles de la impostura política es la manipulación de la Historia. Y no es casualidad que la Historia haya sido una de las disciplinas, junto a la geografía, que más han hecho por eliminar los pedagogos, con el argumento peregrino de que no son saberes que se puedan adquirir por la experiencia directa. Todas las castas políticas de las autonomías españolas, sin excepción, han recurrido a la falsificación de la Historia en beneficio de sus fines particulares de hegemonía o de legitimación. En Cataluña los libros de texto hablan alegremente de una “corona catalano-aragonesa” que nunca existió. En Canarias, un nacionalismo muy virulento, y muy poco estudiado, difunde dos leyendas fundacionales que ni siquiera tienen coherencia entre sí: los crueles invasores peninsulares exterminaron sin compasión a los guanches; los canarios actuales son descendientes de los guanches. El embuste fortalecido por la ignorancia colectiva puede tener consecuencias grotescas, aunque también trágicas, o grotescas y trágicas al mismo tiempo: detrás de esos pistoleros de veintitantos años que por fortuna ya tienen pocas ocasiones de matar en el País Vasco, pero que tanta sangre y tanto dolor han derramado, hay siempre un relato mitológico no amortiguado por ninguna conciencia racional ni desmentido por la solidez de la información histórica. Y en Andalucía, una sociedad clientelar y abrumadoramente despojada de iniciativa cívica y dinamismo económico es aletargada en la complacencia por un relato narcisista y novelero del pasado: la tierra en la que convivieron “las tres culturas” en una especie de parque temático nacido de la imaginación de algún asesor del presidente Rodríguez Zapatero o de la ministra Bibiana Aído: el pasado maleable como la plastilina, deshuesado de cualquier inconviencia histórica, el pasado multicultural, diverso, no sexista, vernáculo.
Sin educación pública, una sociedad está indefensa frente a los charlatanes. Algunos contarán (a veces en canales de radio o televisión costeados con el dinero de todos) que el destino de las personas está escrito en las estrellas, y que la fecha de nacimiento determina las inclinaciones y el carácter; otros, que el mundo fue creado por Dios en seis días, o que los que no comparten nuestra fe no merecen vivir, o que la culpa de todas nuestras desgracias la tiene el torvo gobierno central o la gente de la provincia de al lado; otros, que tenemos la suerte de pertenecer a un pueblo elegido, que lleva cientos o miles de años manteniéndose idéntico a sí mismo a pesar de las conspiraciones incesantes de nuestros enemigos.
Pero quizás los charlatanes más insidiosos son los que nos quieren convencer de que somos los que parece que somos por nacimiento, y de que sin necesidad de hacer nada, de esforzarnos en nada, tan sólo desplegando nuestros caprichos o nuestras inclinaciones, nos podremos “realizar”. El charlatán más peligroso, en estos tiempos, es el que te dice, como aseguran casi todos los anuncios, que “tú” eres el centro del mundo, que sólo tienes que pedir por esa boca para alcanzar lo que deseas, que lo que no es divertido no puede ser interesante, que eres –otra palabra de moda– “especial”. En este punto, a la caterva de los políticos y los pedagogos se une una tercera clase de estafadores: los publicitarios, los así llamados “creativos”. Me gusta fijarme en los anuncios, y en los últimos años se ha impuesto en ellos la moda de halagar a un “tú” que al parecer ejerce su risueña soberanía sin más esfuerzo que abrir una cierta cuenta, comprarse cierto tipo de móvil, hacer turismo en determinada autonomía, etc. “Tú eres el protagonista”, “Bienvenido al universo tú”, “Andalucía te quiere”, “Madrid está loca por ti”.
El cultivo del narcisismo ilusorio se corresponde con la perfecta irrelevancia política, y cuanta mayor sea la ignorancia menores serán las herramientas de emancipación.
Porque aquí, como en todo, subyace una cuestión de clase: los pobres, los inmigrantes, los desfavorecidos, son los que más necesitan la escuela para avanzar socialmente, para descubrir y desarrollar las propias capacidades, para encontrar un sitio justo en el mundo. Los privilegiados ya se ocupan de dar a sus hijos las ventajas educativas y las redes de contactos que les permitirán situarse. Lo que menos perdono a los políticos y a los pedagogos españoles es que, en nombre de un demagógico igualitarismo, han fortalecido escandalosamente la desigualdad.
5 comentarios:
¡Jo********rrrr! ¡Por fin! Ricardo, ¡qué descubrimiento! Me has alegrado la noche, la semana..
Poder leer a alguien de la calidad de Muñoz Molina expresando lo que pensamos y sentimos una gran cantidad de docentes de todos los niveles. Los q...ue nos sentimos perseguidos por los charlatanes que no han dado una clase en su vida (y si no ha sido así me gustaría haberles visto "en acción"). Los que somos despreciados por que nos preocupa el contenido de nuestra docencia y el objetivo social de nuestra actividad. Los que pensamos que lo primero para ser un buen profesor es el dominio de la materia que impartimos, más el entusiasmo por transmitirla y el respeto por quienes tienen el derecho y la obligación de aprender. Que para todo esto no hace falta estar de cursillos toda la vida ni rellenar fichas con terminorrea que no resiste el análisis más elemental.
Por fin no me siento un bicho raro sospechoso de ser partidario de una educación medieval. Por fin alguien que no es parte (aunque todos lo somos) señala a los payasos farsantes que están hundiendo no sólo nuestra profesión, que ya está hecho, sino las esperanzas de una formación digna para nuestros jóvenes.
En cuanto al juicio sobre los políticos y los llamados "creativos", es fino y acertado. No se puede expresar mejor. Es lo que a muchos nos gustaría gritarle a la tele todos los días (yo lo hago, con el cabreo de mi mujer que me llama pesado) cuando nos sentimos insultados o cuando percibimos la manipulación de la vertiente más egocentrista, banal y autosatisfecha de los humanos, convertidos en consumidores para compensar la ausencia de sentido en nuestras vidas.
Quizá con una enseñanza mejor le encontraríamos más sentido y necesitaríamos consumir menos.
¡Jo********rrrr! ¡Por fin! Ricardo, ¡qué descubrimiento! Me has alegrado la noche, la semana..
Poder leer a alguien de la calidad de Muñoz Molina expresando lo que pensamos y sentimos una gran cantidad de docentes de todos los niveles. Los q...ue nos sentimos perseguidos por los charlatanes que no han dado una clase en su vida (y si no ha sido así me gustaría haberles visto "en acción"). Los que somos despreciados por que nos preocupa el contenido de nuestra docencia y el objetivo social de nuestra actividad. Los que pensamos que lo primero para ser un buen profesor es el dominio de la materia que impartimos, más el entusiasmo por transmitirla y el respeto por quienes tienen el derecho y la obligación de aprender. Que para todo esto no hace falta estar de cursillos toda la vida ni rellenar fichas con terminorrea que no resiste el análisis más elemental.
Por fin no me siento un bicho raro sospechoso de ser partidario de una educación medieval. Por fin alguien que no es parte (aunque todos lo somos) señala a los payasos farsantes que están hundiendo no sólo nuestra profesión, que ya está hecho, sino las esperanzas de una formación digna para nuestros jóvenes.
En cuanto al juicio sobre los políticos y los llamados "creativos", es fino y acertado. No se puede expresar mejor. Es lo que a muchos nos gustaría gritarle a la tele todos los días (yo lo hago, con el cabreo de mi mujer que me llama pesado) cuando nos sentimos insultados o cuando percibimos la manipulación de la vertiente más egocentrista, banal y autosatisfecha de los humanos, convertidos en consumidores para compensar la ausencia de sentido en nuestras vidas.
Quizá con una enseñanza mejor le encontraríamos más sentido y necesitaríamos consumir menos.
No conseguí introducir el comentario ayer, pero hoy sigo pensando lo mismo.
¡Por fin! Ricardo, ¡qué descubrimiento! Me has alegrado la noche, la semana..
Poder leer a alguien de la calidad de Muñoz Molina expresando lo que pensamos y sentimos una gran cantidad de docentes de todos los niveles. Los que nos sentimos perseguidos por los charlatanes que no han dado una clase en su vida (y si no ha sido así me gustaría haberles visto "en acción"). Los que somos despreciados por que nos preocupa el contenido de nuestra docencia y el objetivo social de nuestra actividad. Los que pensamos que lo primero para ser un buen profesor es el dominio de la materia que impartimos, más el entusiasmo por transmitirla y el respeto por quienes tienen el derecho y la obligación de aprender. Que para todo esto no hace falta estar de cursillos toda la vida ni rellenar fichas con terminorrea que no resiste el análisis más elemental.
Por fin no me siento un bicho raro sospechoso de ser partidario de una educación medieval. Por fin alguien que no es parte (aunque todos lo somos) señala a los payasos farsantes que están hundiendo no sólo nuestra profesión, que ya está hecho, sino las esperanzas de una formación digna para nuestros jóvenes.
En cuanto al juicio sobre los políticos y los llamados "creativos", es fino y acertado. No se puede expresar mejor. Es lo que a muchos nos gustaría gritarle a la tele todos los días (yo lo hago, con el cabreo de mi mujer que me llama pesado) cuando nos sentimos insultados o cuando percibimos la manipulación de la vertiente más egocentrista, banal y autocomplaciente de los humanos, convertidos en consumidores para compensar la ausencia de sentido en nuestras vidas.
Quizá con una enseñanza mejor le encontraríamos más sentido y necesitaríamos consumir menos.
Gracias compañero.
Hacia mucho que no entraba por aqui, y por lo que veo - me he perdido mucho. Espero actualizarme poco a poco.
Haces una gran labor digna de alabar. Y con estos textos nos inspiras.
Un saludo y espero que en alguna ocasion nos volvamos a ver.
Alvaro (TEC) . Ex-Villa de Vallecas.
Excelente el artículo. Estoy totalmente de acuerdo y alegra leer lo que uno opina de una manera tan correcta.
Por cierto, escribí un comentario en tu entrada Rutas Científicas Valencia 2011 entendiendo que es un foro de discusión sobre Ciencia y Enseñanza y no lo veo admitido. ¿ Quizás no te llegó?.
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