
Hace cuarenta años, tres astronautas estadounidenses, Borman, Lovell y Anders, partían en la cima de un gigantesco Saturno V en la que sería la primera circunnavegación de la Luna por seres humanos. Era la misión Apollo VIII, y los riesgos que se corrían eran elevadísimos, pues nunca antes se habían llevado a cabo las maniobras de frenada que permitirían la inserción de la nave en órbita lunar, ni las de aceleración que les permitirían volver a casa, y que si eran efectuadas con algún error angular podrían envíar a la cápsula y sus habitantes lejos de la Tierra. Pasaron la Navidad a bordo, observaron un eclipse, sobrevolaron la Luna y volvieron a casa sanos y salvos, inauguranado una serie de exitosas expediciones, en las que salvo el relativo fracaso de Apollo XIII, establecimos por primera vez presencia humana en la Luna.
Merecen nuestro recuerdo y homenaje estos valientes.

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